lunes, 1 de junio de 2009

Visitas.

El hombre trepa el portón y sube por la ventana como un Romeo enamorado pero a la vez maldito, aparece detrás de las cortinas para violar a la pequeña Julieta dormida
que deshoja flores blancas sin arrancarle los pétalos mientras sueña con muñecas de papel
donde escribir sus historias.
El cuerpo poseído, víctima temporaria de espíritus endemoniados que hablan en lenguas de muerte a media luz usurpan los ojos llenando de lobos la mirada
y ovejitas oscuras corren hasta el rebaño mas lejano.
La violación escupe el placer de la muerte, el dolor como la aflicción mas cercana a morir por completo.
El hombre huye con sabor a culpa, volverá cada noche para llevarse una cuota de sangre. Y la niña que sufre sin imponer las manos, sin exorcizarse ni querer morir se alimenta con porciones de flagelo. Por eso se instruye, por eso perjura y guarda palabras en cofrecitos de silencio hasta purgar el llanto.
Por eso se invade de muerte.

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