martes, 29 de noviembre de 2011

Susanita



Cuando nos fuimos a vivir juntos
fui a parar a la mesa ratona del living,
comencé a girar como un hámster.

Tus ojos de zombie
eran los mismos al despertar
detrás del vapor del café fortísimo a las nueve
a las once o a las cinco de la tarde.
El  tic tac del reloj suplantó latidos
en los habitantes de esta casa.

Quiero salir, ir a ciento cuarenta por la costa
evitar lugares que el amor frecuentó
o verlo como se ven las vacas,
leves manchas en el paisaje
deformadas horizontalmente
a los lados de la ruta.
Puedo dejar de comer carne
pero un pedazo de tu corazón
comería con gusto.

Quiero viajar y sentirte detrás del vidrio
fermentado por el efecto invernadero
levándome y tejiendo redes como gluten
que sostenga felicidad en las manos
y suene como un pancito al apretarlo.

Sigo corriendo
alrededor cosas y formas
van fosilizándose con vos.

Por eso corro buscando
el movimiento que nos falta.
Ese movimiento que le sobra a los pisteros
sus autos tuneados de aire comprimido,
ellos adoran a los insectos
el misterio de velocidad en sus alas.

Los escucho de noche
llamo al novecientos once,
espero su huida como moscas.
Me dan tanto terror como vos
y los motociclistas sobre el asfalto
esperando la ambulancia,
ponete el casco mi amor.

Me voy a poner un pasamontañas
prender fuego el amor en la vereda
cortar la calle y el humo
será sponsor de la despedida
sin estructura que lo condense,
como nuestras almas livianitas.

Por si un día volvemos
dejemos un lugar en el garaje
la radio encendida
llaves debajo de la maceta
y mi voz que decía ponete el casco mi amor
si tenés que manejar
si querés manejar nuestro amor
girando en una jaula
desde el living de la casa.




(marea gris)