sábado, 15 de enero de 2011

Fábulas de fénix


Ciudad de fantasmas de ficción, de fuegos que fuman la fracción de amor más frívola que se pueda fluctuar. Firme la faz de los rostros. Frontera la furia, fuimos la fantasía, lo flotante, lo flúor, la forma del cuerpo de tiza sobre el frío de la formica opaca. Fanáticos del tiempo, no vimos la fiera ocupando espacios capaces de formular hipotecas a la familia del afecto.
El folklore fluorescente de los actos fomenta la flatulencia, el flaqueo de los flechazos flexibles que no llegan a destino. Firman cartas de amor fraude y es poco factible la paz, el factor y el fecundo cabello largo falsea a los farsantes. La fama fosilizada sobre las fuentes rasga la piel y las neuronas de féretro, de agua fugaz, en la fatal fidelidad de los finales, en la fobia que florece al tacto de los fondos.
Fletes llenos de flamencos desfilan por la ruta, cambian la dirección y entran a la ciudad, desbordando las aves en las calles, sobre el asfalto, flaquean la atmósfera de caos. Fisuran el pavimento y se esconden en los huecos, en las alcantarillas, la fisonomía de las personas se desfigura, se flagelan la piel hasta que la fiebre delata lo infecto, y las aves detrás de los flequillos de cortinas, en lo fluvial de los cuerpos y de la fibra. Comienzan a brotar de las almas flores, floreros y florerías con techos verdes, se encienden los focos en las pestañas, fogatas desde los dedos que franelan la fogosidad de los amantes en los catorces de febrero, la fobia de los solteros y el fogueo de los contratos matrimoniales. Las aves comienzan a construir una nueva frondosidad en la ciudad, plantan frijoles, pero las plantas crecen hacia abajo, destruyen más el asfalto, la piedra filtra a los descorazonados, y la frialdad de los picos hace frente a las frentes fruncidas.
Los funcionarios cesan y su furia y sus cargos se suben a furgones fiscales junto a famosos futbolistas. Las fuentes de las plazas se fotografían en sus aguas con los flamencos, todo se fragmenta, la frialdad flamea a media asta, en los frascos se conserva la fantasía, y se libera, los francotiradores fregonan los pisos de los balcones del fracaso,
los fusibles quietos funden la esperanza funeraria, y su función se limita al arar de la tierra para mas frijoles.Los disparos son al cielo en forma de alas. La franqueza de la fraternidad llueve a cántaros (y los flamencos en las plazas, con sombreros floreados), se fríen los frenos del impulso y la fotosíntesis de los cuerpos se factura en las ferreterías. Las fragancias fracturan el aroma de los vuelos que no vuelan. Los aeropuertos se vuelven lagunas verdes, donde aviones forajidos formatean su memoria y se vuelven peces en fotocopias. Los edificios son deforestados y en su lugar se levantan pájaros de hierro, con decenas de filarmónicas en su interior. La filosofía de las aves se filma y se la envía a los descorazonados con fuegos artificiales cada fin de año, también para las fieras del tiempo y los filántropos en extinción. Se fijan carteles en las rodillas de los forasteros, la festividad es el fetiche de la fianza. Los filtros de los pozos de tapan de plumas y no se fían de la fabula, es femenina, feroz, felicita a los felinos, a la fecundación de la felicidad, que fermenta en el llanto y en los ferrocarriles que se van de la ciudad repletos de feligreses, de los incrédulos de las aves, de la fe al vuelo, fastidiosos de la fauna y del frenético errar de los meteorólogos. Incrédulos de las fases lunares, fascinados por la farsa de los fármacos y los farmacéuticos, en los fantasmas del fango, en la farándula de la noche, en lo fantástico de la fanfarronería, en las familias famélicas, en la falta, en las faldas de las abuelas dormidas, en la faena de los cuervos, de lo oscuro, de lo negro. Así se dirigen fuera, mientras los flamencos detrás del fuerte construyen facultades de física, talleres de alfarería y fotografía.
El fuerte de personas aviarias se eleva cada vez mas alto frente a los ceños fruncidos, la fisonomía de la piel ya son plumas delicadas, las bocas se tuercen formando los picos característicos, los mas alimentados fijan la seguridad del rosa fulminante a la vista debajo de los faroles, que financian franquicias de Francia por el mundo, llenas de luces de París, de fucsia amor, de catorces de febrero, de flor de Lis, de fidelidad y de frambuesas.