domingo, 25 de diciembre de 2011

Costumbres



Tengo la costumbre de observar 
las ramas de los árboles
ver dónde fueron podadas,
cómo crecieron nuevamente.
Esos nudillos que se hacen
ramas finitas que crecen
hacia una dirección distinta que la original.

Imagino su poda
hace cuántos años habrá sido,
algunas ramas poseen varios nudos
puntos que sobresalen
y hay que unirlos para descubrir
una figura, una constelación.
En invierno se pueden apreciar mejor.

Tengo la costumbre de mirar el cielo
cuando está azul
y cúmulos de nubes bien redonditas
se mueven de a poco
para darme tiempo a subir,
esa sensación de saltar en un globo gigante
como el de mi infancia en plaza Colón.

Descalza sentir que los pies
no son el límite que necesito para despegar,
corro sobre ellas
siento la sombra fría
de otras nubes que pasan a los costados.


Acostarme boca arriba
en la zona donde el sol dé más fuerte,
también suelo verme desde allí
en una vista de avión, de imagen satelital
como si alejara el cursor por la pantalla.
Verme como un puntito oscuro
porque estoy sentada a orillas del mar
y soy arena.

Seguir en las nubes con la mente disociada
en la ventilación del alma
y el arduo trabajo de desterrar al cuerpo,
apenas conectarlo con electrodos
vivir las sensaciones necesarias.

Prescindir de la costumbre del miedo
del vértigo en la poda
y del amor que planea bajito.






(marea gris)

domingo, 18 de diciembre de 2011

El universo es mucho tiempo



Tengo los pies sobre la tierra y lo ignoro,
en un karting rojo vuelvo a la infancia
al origen donde materiales pesados
componen la visión de lo vivido
en la consistencia gelatinosa del ojo.
Mi mano ansía hundir su dedo en él
tocar el magma, acariciar algún recuerdo.

Te volví a ver
y la corteza terrestre se me corrió
dos centímetros hacia el este.
Pero no creo que nos acerquemos a África
tu lado salvaje siempre estuvo más acá,
el eje se habrá corrido hacia otro lado
giro como un trompo
giro como un trompo,
me traslado alrededor del sol.

La deriva continental nos amorfó
tu sonrisa ahora tiene un aire menos glacial,
fuerzas internas del núcleo
desplazan el lugar donde nacimos
donde dejamos el alma de bolsillo.

En la expansión oceánica
soy la grieta que come acantilados,
postrada dentro de un fósil
miro hacia el horizonte
miro buscando otra plaza como isla,
sismo ocular que arrastre tu presencia 
y la lleve conmigo.
El sol crece en mi interior
se secan mares dejando mitos desnudos
caen torres colmillos
santos de sangre seca en ojos de yeso.
Animales corren hacia donde
la desesperación se haga tormenta.

El sol está listo para su extinción,
no hay dinosaurios pero hay creencias
detrás de las paredes de una iglesia.

Ahora estás de vuelta
como un microorganismo gestando otro comienzo
y ya no necesitamos
del pasado ni del futuro,
el sol se apaga

y vos estás prendiendo a mi lado
el velador de la mesita.








(marea gris)