lunes, 1 de junio de 2009

Clandestino

Abrí los ojos y me sentí desierta. Con ojos llenos de niebla apoyé los brazos en el suelo para levantarme despacio porque el cuerpo me dolía tanto como si me hubiesen quebrado todos los huesos. Miré alrededor, asustada sin saber dónde estaba. Era una habitación pequeña, con las paredes sin revocar, fría, demasiado fría (o era yo la que estaba helada) y solo había una entrada de luz natural, una ventana en la pared de enfrente, chiquita y muy alta, apenas se alcanzaba a ver las copas de algunos árboles que me resultaban familiares. Pero no recordaba de dónde, ni cómo había llegado ahí, ni donde estaba mi casa.
Lo primero que pensé es que me habrían secuestrado, no tenían mucho para sacarle a mi familia, pero quién sabe, hoy en día nadie esta salvado.
Estaba sobre una frazada, pude sentarme. Tenía una bata blanca y manchas de sangre en ella, los brazos llenos de moretones y algunos arañazos. Me dolía la cabeza, pero recordé que me habían arrastrado hacia algún lugar a la fuerza y ahora estaba ahí adolorida, tirada en un cuartito como un perro.
Se escucharon voces, miré hacia atrás y estaba apoyada contra una puerta. No se entendía que decían, pero era la voz de una mujer y un hombre. Me pareció escuchar un bebe que lloraba, aunque la cabeza me aturdía y sentía estar metida en un pozo donde solo se escuchaban ecos muy lejanos.
No me podía levantar, no podía ni siquiera agarrarme a la pared o levantar los brazos para golpear la puerta. No tenia fuerzas y el temor porque se abriera la puerta y no saber que podía pasar me hizo sentir un escalofrío como una puñalada de hielo que me atravesó el vientre y me trajo angustia y un vacío que me perdió la vista en la esquina de la habitación.
Se volvió a escuchar del otro lado de la puerta la voz de la mujer. Se parecía a la de mi mamá y me vino a la mente un abrazo de ella, las lágrimas, sobre todo las lágrimas. Y esa voz que seguía balbuceando ¿Mama dónde estabas? Te necesitaba tanto.
Tal vez se estarían comunicando con ella o con papá o mi hermano Martín. Seguramente estarían por todos los medios, siempre preocupados por como me veían los ojos de los demás.
La voz comenzó a susurrar mi nombre y me alejé de la puerta de súbito. Me decía que abriera la puerta, que quería que salga. Me aleje arrastrándome hasta debajo de la ventana, el corazón palpitaba tanto que parecía que se me iba a escapar por el vacío frío del vientre y me apreté el pecho, me agarré la cara y me arranqué los pelos queriendo gritar y queriendo gritar, solo salían respiraciones tan hondas como abismos.
Me temblaba todo el cuerpo y empecé a llorar en silencio hasta que se escaparon algunos sollozos que se transformaron en gritos cuando palpé en el piso la llave de la puerta, la puerta del cuartito del fondo de mi casa y mire la ventana y eran los árboles del terreno vecino en el que jugaba cuando era mas chica y los gritos de mi mama en la puerta que me pedían por favor que saliera.
Seguí llorando tan fuerte y me dolía cada vez mas el vientre, mire la puerta y había sangre, también en el suelo. Me levanté la bata manchada y se me apagó la voz y me sentí desierta. Me habían dejado desierta.
Se escucharon ruidos de llaves y la puerta que se abría y luego el abrazo de mamá y sobre todo lágrimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario