domingo, 31 de mayo de 2009

La impaciencia

Esas ganas exageradas de querer atornillarse a un par de alas donde poder acariciar el cielo. La infinita premonición del aire, una mirada una caída que se quiebra en vuelo y otra vez remontar los pájaros y la hojalata que se funde en las sombras, en las piernas. 
Ese peso agobiante acaricia el esqueleto y otra vez quebrar la esperanza, otra vez apaciguar el tiempo e inflarlo hasta que sea un globo que nos remonte a superficies de cielo, a un remolino de vientos, tus manos y ese tiempo.
La creciente armonía golpeando las ventanas, sujetarnos al reloj y olvidarnos del cielo y su condena. 
Creer que lo imposible nos despierta.

Lejania

Duele como una manzana
que cae del árbol
y espera con gotas de nostalgia
en sus semillas.

Tentación a ser parte
de la tierra y el olvido.

Es la herida
tal vez

en la cruz de los vencidos
cúspide del viento
alba de retazos
cuando los clavos atesoran misterios de

querer amanecer en las alturas.

Quizás así
esté más cerca de tu dios.

Paredes Desnudas (1er Premio Poesia Triangulo Azul 2006)

Transparentan a la luna
como agua de río dulce
se avergüenza del recelo
profusión rocosa
que habita su profundidad.

Como si la naturaleza fuese humillante.

Las paredes crujen
se sospechan culpables
untadas en vehemencia
se humedecen
se injurian
hasta ser prólogo de obra desconocida.

Las paredes que limosnean
cualquier retazo de tela
de papel
de lo que sea para cubrirse la piel.

Y yo que atestiguo el miedo
engendrado en mis paredes
ya no se de que color
vestir la noche.

La voz.

La voz llueve clavos
taladra bosques en incendio
quiebra el suelo
busca agua.

Mares se internan en tierra.

Ciudad y vientre demolidos
aire de vacío en el aire
aire de vacío en los ojos.

Respira gritos en ceniza
socorros bajo nubes.

La voz aborta espinas
quiere
y puede
rescatar la rosa limpia.

Mañana

Almohadas dormidas como puente
soñamos la basura soñamos la locura.

Murmullos descalzos usurpan la mugre

hay que embarrarse los labios pies y vista
se limpia 
dicen que se limpia pero
todo suciedad
todo tierra en la garganta gusanos en la sien.

Nos mueren ritos.
Lanzamos Pachamama por la boca
dientes ahuecados de hemiplejia.
Lengua ofrenda hambre de mañana
¿Y mañana que comemos?

Comer el amor con los ojos de la noche 
y morirnos de miradas prostíbulo.

Amasan el ruido lo hacen silencio
útero engendra malas palabras
enquistamos verbos.

Mala es la manera de no lazar silabas inmaculadas.

Una palabra puede desmoralizarte las vísceras
y juro que allí juro que acá
donde todo es sangre tejidos y palpitaciones
las letras arman rompecabezas.

Sálvense si pueden.

Figuras de palabras completas enmudecen
escombros frente al edificio de la sangre.
Ahí se conoce lo extraordinario
hundir cuchillas
filo palabrerío en mente nómade.
Cazar palabras y echar al fuego
solo debemos tener pulso.

Dios me salve de nacer en mañana eternamente.

Solo noche amén
solo noche.

Y te vestis de niña

Escapas de la incesante melodía
tribus hambrientas
estante vacío lleno de eternidad.

Atornillas tus ojos a los bordes de la cama
anestesia de sueños.

No tenes un lugar donde inventarte.
Amas el alba como a un cuchillo que sobrevuela las mesetas de la piel.

Con tus manos pequeñas
hamacas ese mundo 
bebes el amor para hechizarte.

Paseas sonrisas en veredas de soledad
levantas uno a uno los ladrillos para tapiar el día
recuperar la noche de tus ojos.

Con pedacitos de corazón pegados en la boca
te vestís de amor porque no sabes hacerlo carne.

¿No es hermoso vestirse así?

Ojos

Mis ojos se acuestan en tus pupilas
cuna de miradas sin nombre
holocaustos que se envician de ceguera.

Frío en los ojos y duele mirar
duele la distancia
estructura feroz que canivaliza.

Miramos cada paladar 
y aún hay lluvia entre los dientes
mañanas en cada pelo
noches en los labios
resurrecciones al oído.

Hamacas en las plazas de cada esquina
de cada rostro.
Manos ancianas suturan heridas en consuelo
empujan y arrastran de la oreja para seguir jugando.

Aún hay ojos en los huesos.

Dolor

Si fragmentan el suelo no habrá donde escaparse.
El dolor sobre el cuerpo no significa ni dignifica
ese dolor es estrategia inútil para desviar el miedo
enviar hacia otra parte el centro del dolor.
El foco que desvanece donde nadie puede ver 
esa luz que solo emiten los ojos.

Ese dolor no duele nada comparado al dolor del vacío.

Y el vacío puede ser tan grande.

Colores

Nada puedo perder si he perdido la vista.

Voces de abandono acechan 
en la noche blanca
mirar puede crucificarnos.

Vi cientos de colores apagarse delante de mis ojos
y sigo viviendo

resurrecciones.

Arco iris en el iris de esta noche 
arco iris en busca de brújula que guíe
mapa sin calvario.

Solo quiero ir donde me lleven tus ojos.

Basta de ojos mariana
basta de ojos.

Bosques

Un jardín pare entre las manos
flores se plantan en el esófago
primaveras vomitadas en cualquier otoño.

Árboles talados en la lengua
terrenos deforestan silencios verdes
toda especie de pájaros extintas
toda plaga todo insecto que cruja en los dientes.

Vacío respira de paladar desierto
nada posible de sombras
vos y mis raíces.

En el medio de esta nada alguien aprendió a gritar

(nunca pensé que sobrevivirte sería mi castigo).

En tus labios.

En tus labios
Bocas se ensucian vestidas de novia
vestidas de noche.

Peregrinan velos fieles
altar anuncia perpetuidades
juran amor hasta que la muerte o el día
las separe.

Porque tu boca es lo mas parecido a la noche
lo mas parecido a la lluvia
tu boca la lluvia y las voces.

La almohada se vacía tras un aborto susurrante
da las buenas noches
¿Dónde encuentro los sueños
las bocas perdidas?

Con tus labios pintados de carnaval
coloreaste los besos de invierno desteñido
y enviudaste mi lengua.

Este sabor es huérfano.

Celestial.

Diluvios que amanecen palabras
intentan morder la tentación
alimentarse de pecado.
Somníferos estrangulando la noche
pintan en la ansiedad hormigas
que trabajan bajo la lengua
en las yemas de los dedos
entre camisas desiertas al pie de la cama.
Lamer el instante donde se promete que seremos tal vez
borde de este olvido
el vestido que no reconoce
la caricia 
y derrite el cansancio en dos silencios 
que sepultan 
gotera del adiós
y del dios que se asoma a tu rostro dormido 

no te despiertes.

Mar

Ahogar uno a uno los pedazos del cadáver
sufragios eternos en el rostro.

Quiero que un barco fantasma se lleve hasta el fondo del mar
este espacio de memoria
este pedazo de mente que es mentira.

Hay voces invocando los oídos
estigmas en el cuerpo.

No quiero mas cruces en la espalda

(que alguien cometa el delito de darme esa fè)

Dormir


Mis uñas arañan el cielo
lo hacen tierra y barro.

Es tan difícil arrancar la piel que se pudre
tan difícil acariciar la muerte
amontonada en la sombra de lo que calla

despedirme hasta la próxima luz.

Rescatar las últimas flores del otoño
que se ahogan esqueleto de jardines
y ojos felices.
El mundo esta de rodillas
y yo sentada en el borde de la última célula de su pie izquierdo
precipicio al charco de tanta lluvia.

El tiempo arrincona.

Me araña la caída del cielo
camina callado
como un lago que sirve sus aguas en el iris
y se estanca.

martes, 26 de mayo de 2009

Memorias de piel

Y todo volvía a comenzar. Otra noche, un nuevo encuentro, otra piel que me eriza, desprenderme del capricho hambriento que no deja de cesar. Recorrer sus pestañas una y otra vez pero irme, descarrilarme de su rostro. Volver a esa otra mirada intimidante, siempre volver a vaciar en ella mi todo. 
Volvía cada noche en sus ojos, cuando menos lo esperaba, en una caricia a su cabello, en una mirada profunda en la que no lo veía a él, si no al otro, a esos otros ojos escarbando lentamente los inocentes pecados de sabernos algo que sucede. 
Sabía que iba a suceder, pero no ahora, cuando las esperanzas triunfaban en otra piel. Esa interminable manera de mirarlo y encontrar otros ojos en el camino. Olvidarme, eso estaba haciendo, pero no, la vuelta del capricho encendiéndome las venas, ese ser con otro de la manera que serías con aquel, y dar lo mejor entonces, tratar de conquistarlo cada día mas. 
Quererlo, quererlo de cierto modo ajeno, profundo, como él, sus labios y su lengua tocándome, haciéndome olvidar de todo aquello que nos encapricha. Pero después el temor y la duda, no saber si es parte de un sueño o si es una prenda colgada al sol secándose para vestirnos por un rato, una prueba macabra que congenia con la piel el roce que nos ampare del frío. Y la otra piel, esa que se escapa y su manera de iluminarme la sonrisa. 
Volver al otro rostro y la otra lluvia en las heridas, esa comezón en el estómago, mariposas negras zumbándome por dentro las entrañas, esa necesidad de ver y vivir algo que nunca creías que podías sentir y se desmorona por culpa de un capricho alado. Creer en el olvido y ver que nada sucede, que nada se fue y que él sigue ahí como los pájaros antes de la tormenta, que desaparecen y van hacia otro cielo.
Nunca se fueron, están ahí sobrevolando despacio con sus ojos amarillos y su sonrisa fácil brindando ocasiones donde quebrar, pero ya hemos quebrado alguna vez y todo se detuvo, él lo detuvo y alimentó más el capricho de quererlo todo. Esa manía contradictoria de saber qué es lo que nos daña pero igual queremos comprobar. Esas hipótesis hipócritas que sólo nos llevan al lugar al que debíamos llegar, y lo sabíamos. 
Entonces su mirada, las mariposas, el negro espesor de la noche y sus manos, sus intensas manos presionando el cuello y tratar de besar de la mejor manera posible, enamorarlo cada día mas, sabiendo que así tal vez volverías a besar esa otra boca y ese otro tiempo. El recuerdo y la nobleza incesante de amanecer dormida entre orquídeas en un jardín aislado. Y el té, el té en la mesa esperando la idea de su cuerpo, y querer el otro, quererlo tan de prisa que sane las heridas. 
Es tan dulce y enternecedor verlo así, ahora a mi lado, casi dormido con la suavidad del beso, casi inconsciente y tan hermoso que parece mentira. La mentira de desear lo otro, de volver la mente unos estados atrás creyendo que todo había terminado y tu cabeza triunfaba. Los pañuelos y las lágrimas moqueando la sabiduría de no terminar nunca esto y la necesidad de tener lo mas parecido a imposible, el tiempo besando las rodillas y calmando las fieras de las agujas que giran. El misterio sofocante de volver el fuego atrás y buscarlo hasta que aparezca, antes que las cenizas vuelen alto y sea otro el tiempo, sean otras las manos, la boca buscando la suavidad de encontrar ese rostro que deseas, esa piel en este momento, y que sea para siempre.

domingo, 24 de mayo de 2009

Despedidas


La ropa acabó de morder la repisa y se fue de nuevo a tus manos, a vestir tu cuerpo. Dejaste el tiempo que agujerea remeras como las polillas y ese polvo asqueroso que estornudan cuando vuelan o se estampan en tu cara.
 Olvidaste el reloj en la mesa, esa fue tu manera de huir, abortarme extraña. El tiempo olvidado es encapsular ese maldito pasar de las agujas detrás de un vidrio.
 Y minutos atrás tu respiración cercana, la piel cubriéndonos, solo el contacto
y el físico imperando la noche. Por eso no me miraste y te engullías de sitios ajenos a los ojos.
 El otoño allá fuera, clandestino de miradas que caen y crujen, la rama vacía otra vez, otra vez cayendo amarillo. Solo es eso, nada más sencillo que el otoño y su costumbre oscura y diabólica de escupir cuerpos, de almacenar el tiempo por un tiempo en su corteza y qué tanto mas, volver a los incendios, a quemar colores y apagar los verdes.
 El crujir de los pedazos de carne en la cama, la muerte olvidándote y una señora que pisa y descuartiza aún mas las hojas. Que lindo escuchar el ruido de partir, no señora usted no, él, que se va con su laboriosa lentitud, quedando la sed de volver a beber en la vereda de sus ojos. Pero se va y pisa el tiempo, la piel se pudre, la muerte de un contacto ajeno, el amanecer en las calles a las seis de la mañana llenas de sol anclado sin retorno.
 Y es el cuerpo que te llama sabiendo que falta mucho frío en la memoria y es tuya. Es tuya la muerte y los segundos en los que cae el viento y la noche. Tus ojos cierran las puertas y ya no miran siquiera el crujir de mi cuerpo llamándote. Y la señora que observa las hojas rotas en el piso. No se preocupe, es culpa del tiempo, la ropa ya se fue y solo queda mi piel oscura, vacía, esperando otra primavera.

lunes, 11 de mayo de 2009

Mi Poemario en Proyecciones (publicado con Pablo de la Fuente)


I
La vida
derrama en el ojo tormentas de pasado
y se posa sobre un panal
bebe la miel de la abeja
mastica cuerpos
busca en la sangre restos de azúcar
frutos en el paladar de mi inocencia

II
La codicia camina en los huecos
envuelve al desgano
maquilla el insuperable rito de querer centavos
que destrocen diluvios
y llueva soledad

tanta lluvia y la piel se muda
encarna contra reloj
Brilla cuando no hay carroñas
ni drenajes que fracturen la caída

III

Infinito bolsillo sigila costuras en la boca
y desarma la delicada manera de cerrar los ojos
Los entierros de amor devoran la calma del oleaje
huyen donde el presagio del abismo sonríe

Una señal tantea el interior del aire que respiro


IV
Las miradas enturbian el mar
para que nada me circule el vicio del ahogo
Pero todo invade
pequeñas voces anidan en lo profundo
deslumbra la luz
de lo que oscurece en la sombra de los ojos

Sol de medianoche

estás ahí

y no te puedo ver



V

La noche me nombra y me vive al nombrar
y no habrá inocencia que se escape a la lengua

En cada letra se impregna tu aroma
no habrá fuegos que enciendan pabilo de la voz
ni huellas de carne sobre cuervos blancos
que vuelen a través de la mirada

de los que beben la luna en silencio
y amarran a su oído el mar de la sal


VI

Sonrisas caen abrazando la vela de un olvido precoz
que enciendo para curar la noche de oscuridad
y solo hay un manto blanco derritiendo la sombra
un velo de cera
que mancha el suelo de lo que lloramos

(si me pierdo en la luz
quién me va a cerrar ojos)

VII

No hay siembra y no hay siempre
no hay lluvia que minimice este capricho
plagas que coman el último minuto.

Hay segundos que florecen
cuando el insomnio inyecta mas vida

VIII

Por qué no habla
por qué respira a mi lado
y roba el aire que desviste mi nariz dormida

por qué no me corre de página
y me lee las horas

por qué no mide el instante


IX

La noche se cree demasiado pura
volverá a sentir desnudos los parpados
Pájaros que derraman tinta por el ojo

El papel puede persignar la vigilia
las palabras huelen el dolor
Y se acercan

X

El féretro
o las trenzas de una niña
sueltas al viento en mi rostro

incestan la garganta
donde muelo el sacrificio de enredar mañanas a los pies
en los que enferman la angustia de soledad
y besan el desdén de la pureza

XI

Sumerjo los dientes a navíos hambrientos
sin veda
ni venda al pedido clandestino:
hablar
hablar y que miren el refugio en los ojos
en cuerpos que no sean solo cuerpos
de hombres que se ahogan

XII

El gesto aniñado se ensaña con el día
sigo encendiendo la noche debajo de la piel

Voy a quedar más sola que la luna sola y el olvido solo
El silencio reduce
el mínimo grito a condena perpetua
el mínimo grito y los ojos espían.

XIII

Morder el espacio despacio
hasta desprender
el cordón umbilical que sostiene al pasado
Ya no hay agua donde poder ahogarse más que en la salivaPara que no duela y no succione vientre materno

enjuagarme la boca de amnesia

En el río dulce de la mirada hay cadáveres perdidos
Tal vez ocurra el día de marea roja

XIV

No hay consuelo para calmar lágrimas
en el intento por ahogarse solas

se inyectan dosis diarias de ciclamato de sodio
porque ya no creen mas
en el azúcar de ojos ajenos
Pero todo es tan dietético
que los ojos
se vuelven bulímicos

XV

El sentir es huérfano
sin saber de paternidad criaste cuervos a tu semejanza
Comen y beben
todos de vos

Un ángel de piedra se posa en tu grito
Vas a aprender que los ángeles caen
si te acuestas sobre sus alas

(cuando te claves en la cruz de mis ojos
vas a tener mas vida donde morir)

XVI

La voz
dedos ásperos que raspan la prudencia
sostenida por cinco clavos
de hielo
en una piel febril

XVII

Caigo en el espanto de un pájaro esculpido en un trozo de yeso
donde no hay salida
donde se graba el gesto de morir en el cielo

Y qué tan lejos se puede encontrar el cielo

Caricias al viento buscan
quién devuelva un poco de amor
quién despeine con tormentas la ausencia.

XVIII

Y si el cielo cae
y tus ojos no están para ver la caída
qué sentido tiene temer al infierno

Este infierno me bebe
Dónde me afluyo
dónde me escurro
en qué manos me voy

XIX

Las rocas se deforman en cuerpo
y todo espacio se petrifica
todo paisaje se humedece
se interna en la cueva de las pupilas

Ahondaste tanto en ellas
hasta cavar la fosa de mi muerte

Solo pedile a todos los santos de tu mirada
que en paz descanses de mí

XX

Camino sobre los días
esperando que el asfalto
trague los restos de sombra que perdimos
tras los pastos secos de los jardines

XXI

Ahora mis ceniceros
ahora tu lluvia y las cenizas

Canta al oído el sonido de los ojos
para no sentir frío

Sopla en desértico paisaje
cada partícula

Hacer de tu alcance desgarrador una utopía

XXII

Dos pasos a la derecha
huellas cocidas
la alfombra gris
y los pies que se alejan
La respiración que se deja respirar
(no sabe que se respira)
y la nada que aparece
sobre el cadáver de la nada
Las manos se pierden

XXIII

Cada pausa en el camino
recuerdos sangrantes
la garganta se rehúsa a dejarlos partir

Pero que liviano se siente escupir
cada pedazo de vos

XXIV

Es un juego desvestir el sabor de la mente
con un lápiz de hueso dibujar la sombra
Miedo a encontrar la soledad en el cuerpo
huir
abrigando espejos

Ayunar el rezo que nos enseñan a vomitar

XXV

Duele el infligir
la emoción debajo de una plaza

lejana y ligera
que sea primavera y sea
el canto ametrallador que bautice las rosas
corona sobre labios de princesas

Las melodías siempre inventaran el aire en los oídos de un sordo

XXVI

Abrazar la cintura de lo incierto para creer en tu existencia

el miedo esta cansado de mirar al cielo
descose con un hilo de grito
que baila en el viento
la espera

XXVII

Ahí cuando me tiene
al aire
el aire
suspendida como una palabra en la mejilla
un beso en el silencio

XXVIII

Comulga la sed en las pestañas
arrastran urgente sed
piden sequía

Una voz fugaz planta la raíz de la palabra sigue la delicada estela y sin tocar la piel del amanecer dormidollueven pequeños fragmentos de cielo y se limpian las manos

(vida que persigo)
XXIX

Estoy ciega de miradas
Miro y miro hasta poder ver

Dónde se sienta la noche de la soledad

Dónde se besa la paz que tanto amo



.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Un reloj en la pared.

Un martillazo, después otro y otro hasta mirar el reloj, la hora, esa misma hora donde comenzó el final. Y si no lo hubiese mirado estaría terminando otro de sus encargues. Pero estaba ahí, removiendo el tiempo y pinchándose con la bestialidad de las agujas del reloj y las agujas sobre las polleras bordadas de la tarde. Creía ser el primer ser, justamente, en equiparar el resultado del cielo en torrenciales figuras sobre su rostro.
Y volvía al trabajo, a jugar con sus manos y sus pájaros, a propagarse en sonidos capaces de devolverle el rumbo cuando entibiaba su corteza gastada a la espera de un grillo que cruja tan solo un poco mas que sus piernas, que su voz, y libere el eco que tanto daño encendió veranos. Y de nuevo los martillazos y la hora que calla y lo viste de impaciencia. Prendió el calentador, para ver si unos mates apagasen la sed del pasado cansado de aparecer.
Consolar el cielo hubiese sido su castigo, pero lo es rebanar cuantas veces quisiera el cauce, remover la tierra o las cenizas. Espiralar de una vez por todas la consciencia y ocultar en aquella mirada el ocaso, la marea y la primaria sensación de perder los pasos.

Sueño

Quedo en otro tiempo, en la lejanía de una esperanza inconcreta, en el pequeño lugar donde todo se guarda y hasta vos y yo estamos ahí, cubriéndonos la cara con una moneda sin rostro, recortando los segundos en forma de poemas y pintándonos las manos oscuras, de colores blancos como los primeros cabellos desteñidos en su frente, mirándonos la ultima mirada, sabiendo que nunca mas puede volver a ser.

En la plaza

Me encontró con ojos desnudos recostados sobre el pasto con el leve roce de la luz matinal. Sobre el pasto verde tan verde que parece azul, o amarillo regado por el rocío. Me encontró en la plaza, en la hamaca roja. Humedeció los dedos en su lengua y recorrió la palma de mi mano, hielo en la piel de mis ojos. El acaricia el pelo, enmudece labios. En la plaza, luego en la mesa de la cocina, la merienda, la taza, el mantel errando los talones de la mesa; mama sabia que había llegado y no queríamos hacer nada. Cada mañana él iba a verme jugar, el estrecho tramo de piel que florece en mis piernas, entre la pollera y las medias. Cada día una violación en el intento de hacerlo, mientras una señora teje en el banco y mira, pero nadie ve la desesperación, la arritmia galopando las esquinas del gesto, tanto miedo espanta la fuerza y a la vez se va con una respiración, y se va. Se va como todo lo que respira.
Ya no hay miedo, solo es él como un vidrio incrustado en el pecho, besa la frente, se aleja mirando como un buitre que lleva un pedazo de mi carne y duele, pero esta ahí, sigue cada noche cuando se deshace la luz y teje como la señora en el fondo del abismo. Teje muchedumbres con sus agujas para inmortalizar un instante sobre el torso de alguien que abrigue la necesidad de abrigar. Hace frío y él esta ahí, vuelve para acuchillar los parpados y sus rascacielos, no hay nidos en la prosperidad de las alturas. El tiene la forma de lo hueco, pozos con rostros que rodean. Cava, rasca la tierra y profundiza, enciende señales de humo. El vidrio aún esta incrustado en el pecho y no se va. Me hunde, consume de a poquito y punza, punza cada vez mas rápido y enseña nuevos lugares oscuros, sin nombre como él y su cuerpo que me invade, ocupa tiempo y metros, sobre todo distancia. Nunca habla, esta en mi pieza y aleja la realidad, todo se aleja; el ropero, la mesa de luz, libros en el piso, las pantuflas, fotos, tiempo. Estiro las manos y las piernas y no alcanzo a tocar, todo se escapa, se lo lleva lejos. Grito que se vaya y la señora me abrigue con su color azul, o su naranja.
Sigue la noche y llueve pero es tarde, nunca volverá a ser lo mismo, los ojos vieron algo que no, y no no es nunca, y el siempre nunca es para siempre. Las puertas se abren como telarañas en el medio del pecho, y es el reposo de una pinza clavándote dientes hasta extirpar todo y llenarte de otra cosa que enseñan los ojos del desconocido. Ese sin sabor de boca dormida te inunda la vista y crees en el fondo del mundo. Y vuelvo a la plaza, arribo al pétalo más alto para hundirme luego en constelaciones detrás de los ojos que deshacen cielo sobre la piel.
Es el ocaso de la lluvia y el señor sigue ahí, sin decirme su nombre, tiene la presencia del vacío. Después sigue lo mismo, la costumbre del tiempo repetido, sentir cada día un hueco consumiéndose a si mismo.

Otoño

Cómo poder abandonarse al temor de una sonrisa, a la manera amarilla de sus ojos en la ventana, donde llora el vientre de sus ramas, donde la ventana de un sueño. Al clamor del reflejo, solo vidrio raspando la figura.
Y no le alcanzó siquiera con el temblor de los muñecos colgados del vidrio y hacia los lados del mueble. No le alcanzó con ver el hilo delgado del viento entrar por la hendija hasta desvanecerse en los cuerpos de tela, en los cristales, en los cabellos de lana escapándole al soplo. Tuvo que llegar la muerte del día y su bestialidad amable para dejar ubicarlo a su lado.
Entonces abrió la ventana como una mirada de asombro y dejo pasar el aire que empujaba ansioso esperando cubrir y cerrarle los ojos a la dueña del viento. Así podrá dormir tranquila con la brutalidad de su cuerpo recostándose sobre la nariz, sintiendo que se respira cada noche mientras todo calma.

Velando

La pared blanca, la similitud. El cielo invocando perjurios que resbalan por las manos del destinatario que evade su destino. Hay hormigas y mosquitos volando hacia el sol, pegándose al tronco de sus rayos. Se queman y aún siguen abrazándose al cuerpo horas atrás caliente.
No quise flores.
Los barcos. Barcos en el azul encrespándose y sujetando el horizonte con la escasa sabiduría de ser tragado por ese mismo horizonte antes visitado. Entonces el azul y la pared blanca se olvidan de callar las gaviotas del cielo y su boca empapada de vida para llenarla de muerte en cuatro paredes y en reducto cuatro paredes más.
No queda más que quebrar la pared blanca y recordar el centro de la habitación, los ojos en el espejo de sus ojos para saber que no puedo estar peor, y olvidarme de dormir la mañana para comenzar o salirme con la mía y cambiar apenas, a un momento primaveral del día. Hoy si quiero flores.

Naturaleza Muerta


La manzana sobre la mesa. Sobre el centro de la mesa. La manzana redonda, la manzana rojiza y a la vez con brotes de amarillo. Pero siguiendo su evolución esto es un error, la manzana amarilla evolucionando, creciendo buscando el morado de su cuerpo firme, bajado a la fuerza por unas manos grandes y ásperas que chocaron con su piel lisa y tanta tierra sobre su pesado y jugoso cuerpo; luego los trapos, la selección, el verso y tanta maquinaria que la toca y ella sigue allí, jugosa en el centro de la mesa a la espera de una espera innecesaria, la espera que llegue y ya no haya nada mas, solo otra espera.
Pero estar ahí, cual estatua carnosa morándose, madurando y las manos que se acercan cuando tiembla la mesa y que hermosa manzana, y el polvo y la franela lustrándola. La luz del día la cocina, la noche el silencio el abandono, la espera. Y la luz ya no la hace brillar, ni la franela ni la espera conquistando labios maduros. Y la noche invadiendo de frío y la caída el desmoronarse de la piel, la espera y esta fea, tirémosla. Siempre hay otra manzana jugosa y hermosa para velar la mesa, la espera.

Los mates y Gutierrez

Estaba sentada en la silla de la mesa de la cocina mientras esperaba a que el agua se caliente, tratando de escribir para amenizar la espera, pero el hambre despedaza los dientes. Tengo miedo, sí, y no le creía a Gutiérrez, el señor del kiosco de diarios que lo pronosticó cuando le comenté de mi dolor estomacal tan punzante como un taladro rompiendo la pared, quebrando la armonía del tiempo con un recuerdo aislado ¿Sabés qué es eso? Miedo. Viejo metiche que esquiva sus problemas y los traslada a ajenos para hacerlos propios, pero por supuesto él no los debe resolver. Ya demasiada importancia le estoy dando al viejo ese teniendo mi vida, de lo contrario va a dejarme olvidada en el baño de la estación mientras ella sigue en su carril hacia el país del siempre nunca jamás.
Preparé el primer mate y lo tomé con la costumbre del primero, amargo como los que Héctor me da en la primera hora despierta de la mañana. Los tomo de esa forma porque a él le gustan así. Héctor me hizo conocer el miedo, creo que él tenía la cara del miedo. Con solo mirarlo me paraliza y el viejo metiche tenía razón, tenia miedo porque me acordaba de Héctor y su mirada matinal, y su vuelta.
Estábamos en eso, en el miedo como el gato que se asoma a un nido refulgente, sin la madre para poder defender el nicho materno. Y siento la respiración del gato que me lleva en su boca sin saber a dónde ir. Entonces se detiene en lo alto de una rama en el pino ancestral de la vereda de Gutiérrez. ¿Dije nicho? Puede ser, a altas horas de la noche ya no se si el nido materno no es un nicho al fin y al cabo. Nido y nicho es casi lo mismo, se nace y muere en esta vida, muchas veces se muere en el mismo lugar en el que se nace, muere cada cosa desde la que nacemos y se vive cada cosa desde la que morimos. Somos un ocho, la vuelta, el recorrido que dobla el moño en la misma cinta, principio y final en un mismo cuerpo.
Un ocho caminando y las altas horas de la noche. La aguja del reloj camina
sobre el tiempo construido con la forma del ocho y van a ser y diez. No puedo escribir, falta el aire porque las palabras se esconden y te ocupan los pulmones hasta que se dignen a salir, pero no lo hacen y falta el aire. Los mates tal vez amarguen más esta vigilia o ahoguen las palabras hasta que salgan muertas por mi boca, de cualquier modo, asustadas con el miedo como si fuese capaz de animarlas a buscar una salida que resiste.
Son las tres y veinte y no hay noticias. Héctor llega a la Terminal a las dos y media de la mañana de su viaje de larga distancia y lo esperan unos días molestando en casa, peleándose con mama por la ropa sucia, el baño sucio, su cara ensuciándole los ojos a ella.
El teléfono comenzó a sonar y me levanto apurada para no despertar a mamá, que después se levanta relinchando por el galope del ruido de madrugada. Pero si vos sabes que Héctor llega hoy y no llega antes de la medianoche.
Tal vez sea la suerte o la desgracia que caminan abanicándose el calor de la frente, pero esa llamada, esa voz y el miedo en la cara de Héctor, o en mi cara cuando marcaba su territorio en mi cuerpo, cuando allanaba de improvisto la certeza y el no querer, el decir basta y los golpes. Los golpes a la puerta y nada, no pasa nada mamá, el ocho girando en la cabeza y no se puede salir. Vos viviste lo mismo, no te quejes.
Entonces esa llamada que llovía el pronostico tan esperado, el saber que ya no habría mates matinales ni ropa sucia por la casa, ese olor a Héctor y el asco, el miedo acuñando fronteras en la piel. La voz quebrada, y el mate amargo esperando por apagar la dulzura en los oídos, escuchar eso que tanto esperaba escuchar, esa ruta vencida en los brazos de Héctor.
Fue instantáneo. No lo vió, las luces altas, solo hay heridos pero él, él ya no.
Y la sonrisa en los ojos con el brillo de la ternura apagando el horror, el no saber escapar de la conciencia, la culpa al deseo cumplido. Las lágrimas por rebalsar de los ojos, no sufrió, amaba tanto la ruta y terminó así, tan suave en ella, era tan bueno, tuviste suerte de tenerlo. Claro, yo pensaba, allá seria tan bueno, pero detrás de las puertas, sus manos labraban el miedo. Los años y el ocho caminando por las ojeras, desprenderse por fin del círculo.
Ahora puedo ir al kiosco y decirle a Gutiérrez que ya no tengo dolor estomacal, que ya pasó y que tenia razón.
Llamar al gato que siempre trepa al árbol de su vereda, darle algo de comer y acariciarlo, alejarlo del nido. Gracias por llamar, voy enseguida.
¿Quién es a esta hora hija? Anda a dormir mamá, en la mañana te cuento, dormí que te despierto con unos mates dulces, esos que te gustan tanto a vos, y a mí, y vamos a salir a dar una vuelta porque el cielo se ve despejado y va a ser un día hermoso, lleno de sol.