viernes, 29 de julio de 2011

Hacer espacio

Siento que no tengo los pies sobre el piso, que las sillas y la mesa y los muebles se alejan hacia las esquinas del comedor, algunos se meten debajo de la escalera. El cielo de pronto tiene la corteza del encierro. Levanto las persianas, se encienden las luces de los barcos y el fuego es más hermoso aún en el horizonte, sobre el mar quieto, en la quietud de tu rostro observando desde la orilla, y desde las esquinas de esta habitación.
Miro mis manos, un jardín va creciendo en ellas, flores abren solitarias y la palma se acostumbra a la caricia. Te saludo estirando los brazos para que me veas, pero estas lejos. Bajo las persianas.
Busco en un rincón donde sentarme, apoyo las manos en el piso y espero. Un temblor desde el centro de la tierra, da lugar a abono fértil desde las baldosas, que luego escupen semillas, se amalgaman y los brotes dan manotazos de ahogado. 
Crecen las plantas, dan flores. El sol da tan fuerte. 
Dejo un rato más mis manos sobre el piso para que a mi lado nazca un sauce. Las paredes oscuras ya no me cercan, se derrumbaron, hay un pequeño alambrado nada más, y puedo ver sin astigmatismo la claridad del campo donde habían paredes. Sólo queda la ventana al mar, que da marco a la perfección. Cualquier paraíso nos sería escaso. 
Apilo alguna de las sillas para que a tu vuelta, haya mas espacio y puedas sentarte sobre el pasto, y ver conmigo el horizonte debajo de la sombra.

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