jueves, 28 de octubre de 2010

Pido permiso

“Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbe, de olores descompuestos, y de palabras rotas” Oliverio Girondo



Hay una pasión primitiva debajo de tu piel, pendiente del movimiento y del extravío. Soy tu penitencia, hasta que puedas perdurar en el tiempo, masticar el perdón. Que puedas percibir la paranoia entre los buques de guerra que zarpan cada día desde la pared de tu mente perdida y de tus puertos. Que te percudas y no puedas escapar de la peregrinación a la nada, a la perdición, a la pereza, a lo imperfecto y los prejuicios. Que seas perjudicial a tu salud periódica y perfumes la periferia de tus cabellos y el perímetro de tu espalda con olor a pez muerto, y perfores de a poquito los pergaminos que te cubren. Que perjures tu permanencia en mi sonrisa, que cada pétalo de tu recuerdo perturbe la naturaleza muerta en la perversión de los floreros. Que tu pesadez sea pertinente y persuasiva, tus pestañas palomas en la ventana de los vecinos, la fórmula de los pesticidas y el desprecio. Que tus manos sean la picardía, la piedra que desbarranca de la piel al lago. Que seas la pigmentación del cielo plasmada en las paredes de mi cuarto, y yo ser la pionera, el pincel que pinte la prehistoria, la presbicia del pasado, y prescinda cada noche de tus preocupaciones. Que seas permeable a mis pesadillas, a mi pésame, a mi pertenencia. Que tu premonición sea premeditada, y tu corazón impuro una agonía. Que sea previsible tu desconfianza, que los noticieros pronostiquen tu malicia. Que promuevan tu presencia de repelente, propaguen tu imagen como peste, que seas la psicosis que lleve a los desprevenidos al psiquiatra. Que proyecten tu vida como ejemplo de putrefacto, como un puzzle húmedo, deshecho. Que seas el purgante más usado, y la pulmonía puntual de los abuelos. Que seas la prisión de los enfermos, pulverices la pulcritud de los hospitales y seas las pulgas en las piernas de polleras. Que seas la protección a los menores y su puntapié a los prostíbulos, que des prórroga a la epopeya mas esperada. Que seas la prisión perpetua, el pulso en mi muñeca, la puntada que cierra heridas. Pero sobre todo que seas mi pulmón, y purifiques el aire que respiro.

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