Y necesito un destornillador
que afloje la neblina
la extraña creciente del mar sobre el perdón
laguna cerrándose entre las piernas.
La naturaleza perpetúa
el ambiente gris de mi mejilla.
Afuera un bolsillo de cielo
guarda sobredosis de espanto
tenedores se hunden en mi pecho
escarban cuando aparece
tu risa menguante
y jura inyectarse una mañana
un rayo de sol
una intrépida porción de sangre
que negocie las cruces con la suerte.
La costura de mi vestido se abre
y enciende una vela de amanecer.
Ingiero la estupidez de anclarme
a los oídos de los puertos
que barren las pocas ganas de navegar
mas allá
con tanta peste.
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