domingo, 28 de agosto de 2011

Revolución



A los siete años me enamoraban
motociclistas, ciclistas y boxeadores,
miraba con mi abuelo
corredores de fórmula uno
desconocidos con casco en el semáforo
al lado del auto de papá.
Me enamoraban terroristas
verdugos de películas, guerrilleros
gran dilema superhéroes con antifaz
y luchadores mexicanos, astronautas.

Sin importarme sus nombres, sus banderas
carrocería, partido político,
sin importar el tamaño de su nariz, color de piel
si era hombre o mujer,
cuántas constelaciones formarían sus lunares.

Me enamoraban las miradas
todas las palabras que desprendían
en lo fugaz de un contacto.
Quería andar por la vida
con un pasamontañas de color,
que todos lleven el suyo.

Que la revolución sea
el poder de mirar a los ojos
y que no importe nada más que eso.





(marea gris)


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