jueves, 1 de abril de 2010

cabos sueltos

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No sabemos de pájaros ni de la historia del fuego pero sabemos como ella que la soledad puede volar y debe hacerlo hacia otra parte, llevar lejos la voz, el pensamiento y contar ovejas y pájaros y sus plumas para saber cuántas faltan cuando arranca el avión del tiempo y todo ese cóctel de despedida. 



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En la boca en la lengua la risa y dentro de las burbujas en el aire tu rostro encapsula momentos, perturba la distancia dejando el tiempo, la lejanía de una esperanza inconcreta. El pequeño lugar donde todo se guarda y hasta vos y yo estamos ahí, caminando sin sentido cubriéndonos la cara con una moneda sin rostro, recortando los segundos en forma de poemas y pintándonos las manos oscuras de colores blancos como los primeros cabellos desteñidos de tu frente, sabiendo que nunca mas volveremos a ser.



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La noche tal vez sea el olvido de la luz en el cielo. Hielo pagina en blanco se acerca, desarraigo y extraña la belleza de tu piel en la almohada. Espejos en lugar de puertas, desesperación, no encontrar una llave una salida o tu voz para poder hablar desde tus cuerdas vocales, callar gritos. Llueve sobre las manos. Búsqueda incesante detrás del espejo, sinónimo nido nicho nacer morir donde se nace.



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Tiempo repetido temor de una sonrisa sueño vidrio que raspa la figura, tarde noche todo calma. Aferrada a las alturas, cercanía pies que devoran sombras cansancio y la áspera visión del mundo de rodillas, el miedo es una forma cerrada sin ramas que cuelguen sol y una cruz clavada en el pecho desenhebrando la clásica función domingo a la mañana. El rito, la comunión confesa lo cura, custodia la verdad en el living el incendio afuera alguien y dentro la victima el desarraigo lucha enferma, se cura.



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Hay un muro detrás de tus cortinas o es el monstruo de pie esperando el acercamiento. El ave despierta en tus ojos. Crecer como crece una ola a orillas de la puerta querer cruzar y dale de comer, dale de beber al ave y su curiosidad. Sos el muro la costumbre el miedo al salto el miedo a volar con tus alas el soplo de aquellos.


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Somos el mediodía el sol las nubes la belleza y quién, quién mira el abandono la cirugía del tiempo recortando el horror de las manos sucias, todo es perfecto debe parecer perfecto. Enceguecemos.


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Hay una luz negra que ilumina y es mentira, mentira si sos rojo o azul o margarita y su caer de los pétalos, me quiere no me quiere ¿me querés? Pero querer al borde de un río, al borde del agua y su cara de ahogo. No me queres en la estrella fugaz que palpita en la palma de tu mano derecha, cuando se te clavan las espinas naranjas del sol cuando te fusila la mirada y todo es pétalos que caen hasta la nostalgia hasta el desamor perdido de un tiempo que no fue. Y la estrella fugaz en los pelos al viento y su columpio peligroso peligrosamente. Así la plaza, el río el azul y yo, tarareando la canción gris del silencio entre las yemas de los dedos hasta obtener toda tu mano. ¿Lo sentís? Como suaviza la piel, te duele el dormir y ya no hay salidas esperando, solo un agujero negro y la serpiente del vacío dejando su muda de piel sobre tu ombligo. 



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Mutar al inevitable dónde y para qué aventurarnos a ese vacío opaco donde reposa la verdad de ser, aunque se inserten las espinas y broten de ellas pimpollos de color cielo o se subasten las últimas hojas del ultimo árbol verde, verde como tu camisa y tu respiración y el otoño breve que se abre sobre tu espalda.



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No hay salidas esperando a la puerta. La huerta y la cosecha que sembramos va y viene, tierra removida las palas el entierro de esto y cada tanto crecen brotes para mi ensalada. Despierta todo aquello que respira en mi memoria, ¿me ves? Entre el pequeño resplandor de una grieta descalza saludo y no hay mas remedio que una memoria blanca subiéndose a la niebla para comenzar a escribir una nueva historia. Hoja blanca oasis.



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Estoy abajo al sur de la esperanza. La soledad sentada a la mesa y me repito dónde estamos, dónde pertenecemos. El aire sigue dorado acá, solo hay verde persiguiendo pájaros vivos, y esta silla cansada de observar el horizonte vacío, a punto de ser parte de la oleada que se hace cada vez mas cercana, como escaleras persiguiendo rascacielos.

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