domingo, 18 de octubre de 2009

(título desconocido)

Creo que dios no conoce dónde amamos los hombres, donde se desgrana un pedazo de alma o donde se desbarranca el suave sabor de las sonrisas.
O las miradas en las veredas que abrazan la locura de saberse perdidas en la muerte o en la lluvia.
No sabe distinguir la maravilla de tus manos, y sin saber de muerte diste tanta vida y vas y venís sobre la calle.
Yo quería ser vereda siempre, con las manos de baldosas agrietadas. Quería caminar siempre hasta que te pisó la muerte en su fachada.
Y ahora quiero tu mano y ya no esta, así como mueren las palabras
en silencio, como muere la tierra sin respirar, debajo de las veredas, y rompe, rompe las baldosas para sacar sus manos, que son sangre, que son la tierra que no ves esperando la lluvia, esperando embarrar las miradas que no cesan.

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