sábado, 3 de octubre de 2009

Reflexiones en mi tristeza.

Y sueño que soy un pedacito de muerte saltando en el sueño, que llevo la corbata de otro rostro colgando del mío como una aguja de reloj hacia el lado contrario de las agujas del reloj. Y ella es de color rojo, es de un rojo tan parecido al cielo que me da miedo morirme, para no acabar en él. Entonces en el sueño se abren las puertas de las margaritas rosadas que mal plante y me llevan al tallo, a la tierra humedecida y todo es silencio y tierra santa. ¿Dónde está el infierno? Y sueño que cruzo un árbol para esconderme en sus anillos, en los anillos de oro que nadie deja de usar. No creo en el oro, ni en el rojo, ni en el cielo o el infierno. Creo que debo seguir soñando y confiando más en la hora de mi rostro, e inspeccionar cada tanto las arrugas de la frente, las patas de gallo y escuchar más los gallos que cantan en mis tímpanos para que despierte, por que amo la luz de la mañana y su mirada elegante. Creo que debo pensar seriamente en no enamorarme más de las personas. Creo que debo enamorarme más del rosa de las manos, de la vereda gris del horizonte, de las nervaduras de la palma de una rosa, de la estrella verde que se enciende en mis zapatos. Y no mirar tanto al miedo, no mirarlo, ni a su codicia ni a sus dientes que muerden mi corbata roja, ya que entonces, jamás voy a confiar en el hambre del hombre, en la tristeza escalonada de las pupilas sometidas, en la mirada de quién me mira de verdad, en la flecha atravesada de un Cupido ebrio que rompe corazones mal parados y paridos, y los carga en las plumas de su espalda. ¿Cursilería? No, sólo quiero saber a que hora me saco la corbata y salto, y a quién le tocan mis pedazos.





.

Tambien nos podemos cansar de la tristeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario