lunes, 18 de marzo de 2013

Los bosques después de la tormenta






No sé qué pensás cuando me acaricias 
o mirás en silencio, la caricia va 
desde los ojos a la boca 
a todo el perímetro de la cara
ya no la veo
la siento en tus ojos de bosque
de bosque dos horas después 
de la tormenta
ese color donde árboles y enredaderas 
son uno, en libertad se trepan 
el pasto casi no crece
pero si espiás entre las hojas 
encontrás musgo
y el musgo entero del mundo podría crecer
en la humedad de tu boca 
en la profundidad de tus ojos
ese color en los que nunca entré
me parecían una casa de vidrio sin mobiliario
en la que todo se ve 
pero a la vez no hay nada
desconfiaba de los colores claros
siempre me dejé llevar por lo oscuro
pero en tus ojos encontré un bosque 
tan tupido pero tan claro, no sé, 
por la luz de la tarde que se quiebra 
entre copas de árboles y golpea
de una rama a otra rama 
en la capa que dejó la lluvia sobre las hojas.
Las gotitas caen, son como nenes que juegan 
en un parque acuático
donde se deslizan y descienden
en un plaff redondo encuentran el suelo
un sonido hueco apenas perceptible
donde otras hiedras esperan
y al traspasar ese colchón
hay pelusas de musgo
y las que siguen descendiendo
correctamente 
cayendo de hoja en hoja
despiertan un brillo plateado que encandila
a mis ojos oscuros
hundiendo los pies
sintiendo la tierra húmeda 
esponjosa por el moho
por toda tu caricia que me habla despacito
y le entiendo decir algo 
pero ya no me importa qué
si ya estoy en tus ojos 
en los que encontré un bosque
y en los que me encontré a mí
dos horas después de la tormenta.


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