domingo, 14 de octubre de 2012

Sudestada




Me pongo el suéter azul que te gusta, voy a ir a visitarte.
Afuera hay un sol de Marte, un sol que genera una luz muy roja
como de Apocalipsis, con las cenizas del Puyehue sobre las cabezas.

Solsticio para sofocar al amor en invierno
al amor más frío con la noche más larga un veintiuno de junio
gente sujetándose la soltería a los pies para no quedar a oscuras
surfeando pequeñas olas solitarias.

Creo que solo vos y yo nos vamos a amar
en la solemnidad de los soldados
guerra que tu cuerpo planteó unos meses atrás
con postura sofisticada y sollozos internos
dolores sobrenaturales del héroe que debe agigantarse detrás de un arma.

Software cargado en el cráneo para sobrevivir a la guerra
a la sociedad que veteranos los mira con pena con socorro
en sistemas de soberanía nacional y temas de sobremesa:
dilema de titiriteros con sus títeres ¿Quién come, quién da de comer?

En los sismos de la noche, en pesadillas
síntoma que crece en cada sirviente de la patria
sintonizando una frecuencia siniestra de simetría en su nariz
para poder no respirar la sangre nunca,
apenas la herida que atenderán los sindicatos.

Y en los medios sin razón
sintaxis de discursos alentadores a la causa
usan el protocolo de la guerra como un cóctel donde sirenas
sirven bandejas de canapés y sándwiches de miga
saludando con cánticos futboleros a los invitados
una especie de simbiosis entre simpatizantes
y mujeres que lloran y los hijos que no van a llorar.
Y vos que nunca me vas a volver a querer.

Me subo a un colectivo de la linea quinientos sesenta y dos
con la continuidad de la vida desde el último asiento.
Observo cada una de las personas
su manera de mirar por la ventana
como afuera una sinagoga brota desde la ceniza
en las veredas con la sinceridad de un sillón
al descanso de la sexualidad.

Veo vías de un tren que serruchan rieles
machimbre que irá a parar a la cabeza de los nuevos huérfanos.
El señuelo del amor, la serenidad
se sienta conmigo a contar las semanas que faltan
para el fin del combate.

Bajo del colectivo, el semáforo da pase verde
seguridad del miedo arraigado en la calle, segundo a segundo
segregando suelo acumulado con sudor,
no saber
si te voy a encontrar esta vez.

La gente y su suciedad
el smog marcha con prisa en smoking
forma parte de una secta que surge de la salvia
de los bosques talados en alcantarillas
setas que sangran nutrientes de tierra,
por eso también las hay venenosas.

Se produce en el mundo una saturación en los santuarios
rezos al santísimo en conjuntos de satén y sandalias franciscanas
queman en salamandras junto al sacrificio
la sabiduría lograda un sábado sabático en casa
en ese sillón sonámbulo
mientras adentro todo baila con la banda sonora del silencio.

Los barrios que veo cada día tienen algo distinto
pienso que se agotan los soldados
replegados en la zona cardíaca.
Estas por vencerte, los subsidios van subrayando
tu lugar a un lado de la ruta
suavidad suicida que requiere el naufragio de vivir.

Te visito en el hospital como cada tarde y
sin que me puedan ver las enfermeras
sustraigo con una sonda
sustantivos que me dejaste en las venas
y que sostienen por un tiempo más
el surrealismo que inunda la habitación.

No sè si vas a despertar
los partes médicos ya no son alentadores
pero este ejercicio diario me da la esperanza
de volver a verte sonreír
de inyectarme sobredosis de vos.
Porque sé que no hay consciencia
ni cuerpo ni hospital sin destruir
ni árboles ni guerras que duren para siempre
salvo el amor.

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