sábado, 17 de septiembre de 2011

Inventarios



Inventarios


Tengo que hacer un inventario
lo que quedó de vos en los estantes
adentro de la alacena, en las polillas,
células de piel en las sábanas
algún abrazo pegado al espejo.

Esa última noche tus miradas
se convertían en un muffin
relleno de pólvora
y se incrustaban en los muebles.

El vapor de la pava silbadora,
la manera en la que tus manos
llevaban el cigarrillo a la boca.
Lastimáme, que mi cuerpo sangre
y no sean tus hijos los que se van.

Recostarte otra vez sobre la cama
tu saliva saliendo de mi boca
volviendo a la mía
mientras los cuerpos se alejan,
la transpiración sobre las espaldas
ingresa otra vez en la piel
destila el dióxido de carbono excedido
suspendido en el aire.

La ropa se levanta del piso, nos viste
mis células aspirándose de tus brazos
vuelven a mis manos,
medias grises te levantan
con la misma fuerza con la que caímos.
Salimos de la casa, nos vamos
hacia direcciones opuestas
para no cruzarnos,
como si nunca nos hubiéramos conocido.

Pero fue placer conocerte,
nunca creí del todo
que fueras de poliéster o epidermis,
imaginaba que eras de neón.

Entre tanto soy
la huelga en la puerta de tu lengua,
tibieza dentro de una taza
donde ya no quedan rastros del té
y no hay pericia que valga
para sustentar al vacío.

Voy a hacer compras por la mañana
ocupar el espacio que dejaste,
los doscientos seis huesos
que movía tu cuerpo por la casa.

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