lunes, 13 de junio de 2011

Esperando un bautismo


Sobre la mesa esperando el café
una porción de sol cubierta de chocolate y caucho
la abuela en la cocina
mientras pienso o sueño o existo
quiero ser tu tejido cancerígeno despierto
invadirte el corazón
empujarte los demás órganos
dejarte sin aire.


Pero sus células casi nunca se dividen
restringidas a bombear la sangre que me sacaste
y una enfermera se lleva la bolsita
para alguien que la necesite más que yo.


Te veo desde la ventana, arriba del viento
te parás sobre los broches
cuelgan de tu piel en la soga.
Me ves, volás
volás al cable de la calle
el poste de luz hecha raíces
corta la circulación de los circuitos.


Hasta donde vayan tus pasos
siempre habrá charcos de agua
esperando alguna reacción
algún golpe de electricidad,
pero desaparecer siempre fue tu mejor propuesta.

Mis células quietas no mutan, te esperan
trabajando en esta fábrica de huesos
hermética, blanca, desoldada
llena de escombros,
donde me meto en una bolsa de consorcio
para enterrarme en medio del jardín
cerca de la planta ruda hembra.
O quedarme a ver
cómo el recolector se lleva mi cuerpo
junto a caranchos
perros muertos de hambre
y vos, mirando desde el tacho de basura vacío.


Soy la calle y la tragedia
chapas cubren altares de cielo
mal de Chagas en los ojos,
periferia de la inconciencia colectiva
y culebrillas cansadas de morder
de rodear manzanas de barro
en la cintura del circulo vicioso.
La abuela dice no toques la tierra lo sucio
pero la contaminación es peor en el cemento.


Ahora te detenés sobre mi cruz
acoplado a mi espalda insomne
con los muertos que llevo al hombro durante el día
atándole cordones a la paciencia.





Me llevás a domingos párrocos en sotanas
al sótano que soy cuando te veo
sin sol naciente, pero con un kimono colorido
para que no sepas si soy el horizonte
si es mi cariño embalsamado
corriendo por tu cabeza con ciervos llenos de sangre,
o si es el final de tu lluvia.


La transferencia y el goteo termina en mis venas
un submarino se ahoga en la espera
mar esmerilado de las puertas vaivén.
Ansío ver desde tus ojos
la edificación del futuro más cercano
y verme a mí para no perder
esta costumbre de perderme.


Por eso voy encontrándome
con la naturaleza de mi cuerpo,
vuelvo a la placenta
a lo fatal y fetal de amar con heridas abiertas,
para cerrarlas con una aguja e hilos de tu piel
y cosernos un vestido hermoso
imaginando dónde rozará
cada parte de nuestros cuerpos.


Cansada de morir de ser tu puente
el agua río abajo filtra tu mugre
lava sus ropas sobre las piedras
con su puño las palabras recogen el cabello
escriben en mi cuello, nunca.

A orillas del rio voy a secarme al sol
condensarme en una nube
ampararme en tu bosque
en tu respiración de lobo transeúnte,
tu boca no cesa de comer
en el predio abandonado de mi fe.


Pero sigo llena de containers
de ciudades partidas
y mórbidos paisajes de vapor
esperando verte dormir sobre mis rieles.


Amor, quiero cocinarte
purgar el agua que ahoga
que el fuego te coagule la sangre,
saber que la tenías en algún lugar.
Plantar tus semillas
destinar amor a los brotes,
que algo florezca desde mis manos
tierra donde volveremos algún día.


Llueve, corro y enredo el vestido
en una boca de tormenta
me voy con desechos que todos olvidan
hasta tapar cañerías e inundar casas
llenándolas de agua y de moscas.





Desemboco en el mar al mismo tiempo
en el que un río trae
pedazos de algún puente
y un pájaro se detiene a enfrentar al viento
sin cables ni plazas
ni tejas llenas de verdín.


En el mismo momento
un cofre se abre para dejar volar cenizas,
vida en polvo  tal vez
de alguien que no toleró la sangre,
en el mismo hospital en el que se abre
la puerta de vidrio esmerilado
y un delantal verde da la noticia
de que nací
que pesé tres kilos y una mirada tuya
y me ponés el vestidito rosa
que compraste el día en que me conociste

mientras, la abuela corta
una porción de torta
y el café se sirve
en cada una de las tazas.


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