sábado, 7 de mayo de 2011

Bajamar

Se fue a la mañana, con el trabajo a cuestas, pisando babosas en el camino, plantas, vida, los baches de la calle, el vacío del interior de la casa. Quedó vacante hace rato. Yo, detrás de la puerta, levantándome del piso, con burbujas de miedo impregnadas en los brazos. Te fuiste hace un instante, pero una pequeña bestia se desata en las sombras cuando no estás. 
Luego levantar a los chicos, desayunar en bandejas con tostadas y mermelada de mora casera, el silencio en el aire, el horno encendido. Sólo balbuceos, la escuela. A la banquina del dolor le falta mucha ruta. 
Luego la limpieza, nada basta para mantener el brillo de los muebles, el vidrio, la suciedad de su imagen que devolverá cada espejo. Nunca estará limpia la casa.
La ropa tendida baraja al intruso, la ropa no quiere poseerlo. La barba a cuestas del bar nocturno. Batalla sin fin, descalibra las básculas de la razón, en la basílica que conspira hacia el credo imposible. Tu sonrisa se fue hace mucho tiempo.
Pero la basura nunca se va, vuelve a la tierra y sube a la tierra, de golpe toda la casa se inunda, ya nada es beige, sino huesos ahuecados por cristales térmicos. Besarte brevemente con la bestialidad de tu tacto, volver, que me des la bendición de la Biblia bélica que duerme en tu mesita de luz. Sòlo sos el Apocalipsis. 
Me creíste bendita, capaz de tolerar tu vandalismo sobre el cuerpo y la debilidad femenina. Soberano, ni de vos ni de mí. De la costumbre, del bienestar austero de los primeros tiempos, nuestro lenguaje binario bifurcó la biósfera que respirábamos. Estoy sola, te repito en cada ruido. Pero tu biología me desvela, me desecha, soy una bisagra rota, biselada, los bisturís santos de tu devoción. 
En la bitácora de mi barco estas vos, pinchando los puntos cardinales. A veces soy sur, a veces norte, soy viento. El mar arremete con bloques de sal sobre mi cuerpo y floto, floto alrededor tuyo y no me imaginas más que morada, y luego tu furia, la fuerza es boicot a la huida, el bombardeo diario de tu mano sobre mi terreno baldío. No, no, el físico no es amor, amor. Soy un bonsái en el jardín de la emoción, en las comisuras de mis labios crecen claveles bordó abriéndose llenos de agua. 
La beatificación del hogar, dar placer en las boleterías del tiempo libre. Tu química me destruye, estoy al borde de la botánica gris que crece en mi inconsciencia, lluvia de golpes. Pantanos a tu llegada, barriales las baldosas, las sillas se hunden, la cocina de escapa por las cañerías, las ventanas se tragan las cortinas, todo menos vos y yo. El alcohol, el borde de tu mano, mi pecho, cabellos en el piso. Cerrar los ojos y botar hacia el mar bordado de lentejuelas blancas y los rayos de sol en la borra del café de los azulejos. Si, quiero, hasta que la muerte nos separe y los bronquios nos soporten. Algún día te dije, que la piel no infecte al amor, que el amor no infecte a la piel. Amor de botiquín en botellas diarias. Los chicos no duermen. No los despiertes por favor. 
Después silencio, miradas bajas, baúl de infancia rota, mis piernas rotas y la cara vencida, escuela de la domesticación del horror.
Vos, cada bimestre la biopsia de mi corazón que late late y late en la boutique de la calle, en el badén de tu locura bacanal. Voy a visitarte con tus hijos, llevarte flores de color bondad, y bombones de acero quirúrgico en cajitas de telgopor bonificado. Siempre fuiste así, la barbarie de lo barato en tus ojos de bar lleno de gente, de barricas desbordantes, y los bidones de nafta sobre los delicados sweater de bremer en tu ropero, sobre tu barba de buey dormido, sobre los brotes de tu imaginación errada, en la debilidad blanca de mi memoria, en el biscochuelo que va a levar en el horno, e invadirá la casa con aroma a vainilla, mientras los niños y yo bebemos jugo en la playa, y bañamos al perro en el horizonte brillante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario